Entrevista completa de Álvaro Colomer para Yo Dona (El Mundo)

Muchas veces el espacio disponible para los artículos provoca que se pierdan preguntas interesantes y respuestas pormenorizadas. Por eso cuelgo aquí la entrevista completa, una pregunta en realidad que respondí de modo extensísimo, que realizó Álvaro Colomer para el suplemento Yo Dona del diario El Mundo con motivo de la publicación en España de Mezclados y agitados (DeBolsillo, Barcelona, 2012).

Pregunta: Salta a la vista que los escritores beben más que las escritoras -en verdad, que los hombres beben más que las mujeres-, pero ¿ha detectado alguna característica común entre las escritoras bebedoras: hacia qué tipo de bebidas se inclinan, en qué épocas beben, conciben la bebida como un elemento cotidiano, autodestructivo o lúdico, etc.?

Respuesta: Si te soy sincero, una de las cosas de las que me di cuenta cuando estaba ultimando la redacción del libro, y más cuando leí las pruebas y demás, era de la descompensación de cantidad entre autores y autoras. Apenas un diez por ciento. Nunca me ha preocupado la paridad, pero sí que es cierto que hay una descompensación ahí que es, ante todo, injusta, porque hay autores que no fueron, o son, especialmente bebedores y sí aparecen, pero las únicas cuatro mujeres sí que fueron bebedoras asiduas. O sea, es como si de un modo totalmente insconsciente, lo que no me disculpa, hubiera exigido un mayor "compromiso" con el alcoholismo para que una mujer pasara a formar parte del libro. Y eso es injusto. Pero, al msimo tiempo, me he dado cuenta de que en realidad, el mundo literario es tremendamente machista, pero de un machismo soterrado, maquillado, que hace que casi nunca evidencie esa condición. Me explicaré con un ejemplo: todos los años, cuando llegan las porras del premio Nobel, se comenta que hace mucho tiempo que no un novelista norteamericano no lo obtiene, que existe la posibilidad de que una generación con autores como Phillip Roth, Cormac McCarthy, Pynchon o DeLillo se vaya en blanco. Es increíble como, sistemáticamente, se ignora a Toni Morrison, que fue premio Nobel hace muchos años y pertenece a esa generación. ¿Por qué? Habría que hacerse esa pregunta. O por qué siempre se habla del triunvirato de grandes autores argentinos: Piglia, Aira y el fallecido Fogwill y se silencia o se obvia al triunvirato femenino, Molloy, Ludmer y Sarlo, tan relevantes como los otros, si no más, para la cultura argentina reciente. O el hecho de que, tras la muerte de Carlos Fuentes, nadie se haya planteado que la Poniatovska pudiera ser la heredera del patriarcado literario mexicano, y convertirlo en un matriarcado, y que todos estén esperando a que Villoro cumpla cinco años más, se convierta en un provecto anciano, y juvenil al mismo tiempo, porque Juan puede serlo todo, y poder así coronarle. Incluso, sin salir de España, nadie plantea la posibilidad de que Ana María Matute no sea otra cosa que una amable abuelita con una afición por el whisky que la habría hecho merecedora de comparecer en el libro, y nadie la nombre como posible matriarca de nuestras letras, sobre todo cuando el que debíera ocupar ese puesto, Juan Marsé, es alérgico a ser representante de nada. Pero, vamos, creo que nos movemos en un entorno más machista de lo que pensamos, y uno, incluso de modo inconsciente, ha servido para prolongar ese estado de cosas. Me gustaría explicitarlo y asumir mi parte de culpa.
Por otro lado, respondiendo de modo más directo a tu pregunta, te tendría que redirigir a los textos de la Duras. Ella, que tuvo serios problemas con el alcohol, es, sin duda, una voz más autorizada que la mía. Pero sí, quizás por el machismo en el que me muevo, pero que me gustaría no profesar, y que es más deudor de la imagen de la mujer que construyeron los poetas del romanticismo actualizando el amor cortés renacentista -y que es de las pocas cosas que ni el realismo, ni el simbolismo, ni las vanguardias desmontaron, al contrario, lo prolongaron hasta convertirlo en un mito común al pensamiento occidental que Hollywood se ha encargado de generalizar por todo el planeta-; lo dicho, quizás por esa perspectiva, tiendo a pensar o a entender la borrachera femenina más como una vocación autodestructiva que como algo lúdico. Pero posiblemente sea una idiotez, porque una mujer disfruta igualmente de los efectos desinhibidores del alcohol y puede también disfrutar, sencillamente de su sabor y aromas sin necesidad de hacer un uso tremendista de la bebida. La Duras es muy áspera en ese sentido, y llega a hablar del hecho de que a la sociedad le molesta una mujer alcoholizada, de algún modo la desprecia o le tiene lástima. Y la biografía de la Parker sería un ejemplo perfecto de ello. Ella seguía bebiendo una y otra vez, porque era alcohólica, sí, pero no creo que desde el inicio la bebida fuera un refugio, sino que posiblemente fue celebración. De Vicens y de su vida privada sabemos poco, y lo poco que sabemos es que vivió más como un hombre, negó muchas de sus características femeninas para triunfar en el mundo masculino y machista de la política mexicana, y en particular del PRI. De las cuatro invitadas a la fiesta que es el libro, quizás sea Djuna Barnes la que vivió la bebida, y otras sustancias, con más desenfado, aunque eso no la salvó de caer en la garras del alcoholismo, al que terminó venciendo para convertirse en un personaje tan mítico como el de su juventud, si no más.
Por otro lado, sobre el lugar común de las bebidas más dulces, o más suaves, tampoco hay mucha verdad detrás de ello. La Duras bebía vino, sobre todo, la Parker cóctels, como la Barnes, y la Vicens le dio fuerte al tequila y otros destilados. No creo que haya unas bebidas más femeninas que otras, más allá de en las bromas de la juventud cuando alguien pide un vodka con naranja -versión industrial y gruesa del destornillador- y le dicen que es una bebida de chica, o el mítico Licor 43 de nuestra juventud, que era, sencillamente, imbebible. No creo que haya unas bebidas más femeninas que otras, la verdad. Comienza uno a hacer generalizaciones y pronto aparece una mujer que las destroza. Como dice Diamela Eltit, en su país las mujeres beben mucho más que los hombres. Ella lo dice con más gracia: "En mi país las mujeres son bien borrachas".
Me gustaría que el libro tuviera éxito para poder incluir en una ampliación a Ana María Matute, a Diamela Eltit, Sylvia Molloy, Clarice Lispector, Elena Garro, a Valeria Luiselli, no sé, a muchas, muchas que se han quedado fuera porque soy un machista de mierda y no me di cuenta mientras estaba escribiendo el libro...
Entrevista realizada a través del correo electrónico en noviembre de 2012